EL ESPÍRITU DEL PALOMAR

No sé más que tú, no pretendo darte ninguna lección. Sólo llevo algo más de tiempo que tú por aquí. Eso no me da ninguna ventaja ni privilegio alguno, sólo me permite conocer el terreno y compartirlo contigo. Únicamente quiero que sepas, que estoy aquí para ayudarte a descifrar las entresijos de las rutas con las que te vayas encontrando.

No sé mucho, pero lo que  sé está a tu disposición. Espero que me enseñes lo que sabes, estoy dispuesto a aprender.

Este barco sólo lo podremos sacar a flote entre todos. Sí pretendemos manejar artes cada uno por su lado, nadie podrá mantenerlo a flote.

Si te encuentras mal, procuraré tener una broma que te haga resurgir, pero si no lo consigo, entiende que no lo puedo todo, o, al menos, que mis intenciones han sido sanas por encima de mis errores y meteduras de pata.

Si puedes, invítame a un cortado, si no puedes, lo entenderé y buscaré a otro incauto o te invitaré a ti sin rencor. Lo importante no es el cortado, sino el clima distendido que se genera y que nos permitirá crear y llevar a la práctica nuevas ideas.

Ya lo sabes, ésta es tu casa y también la mía. Si te ayudo, me ayudas y si  me ayudas, me siento más feliz y realizado.

Los alumnos no apestan, sólo puede ser una mala impresión. Además ESO tiene solución. Lo que no la tiene es el desprecio o el olvidar que yo fui alumno y que no era perfecto. Ni siquiera lo soy, aunque me autoengañe.

A los alumnos ofréceles un suelo firme, pero no cortes la hierba bajo sus pies ni coartes sus iniciativas para descubrir el espacio exterior. No pontifiques, pueden tener razón y tu estar equivocado. Te pueden enseñar, y eso siempre es un orgullo. Hasta el más pintado puede hacerlo.

No juegues a ser el mejor. De cada cien, sólo uno lo es. Si juegas a eso, sólo serás uno entre cien y crearás inferiores a cien. Cada uno vale por lo que vale y no por lo que otros creen que lo vale.

Si vales por lo que aportas, si vales por ti mismo, sé generoso, contribuye a que otros lo sean.